Día 12: Objeto Consigna: Elige un objeto de tu casa y escríbele
- Papyruz
- 19 ene 2021
- 2 Min. de lectura
En algún lugar del mundo debe existir un cementerio de pulseras extraviadas colapsado de lapidas con el nombre de las que solo llegue a usar una vez.
Ese no es el caso de la única pulsera que lleva mi nombre y de las otras que fueron obsequiadas por mi gran amiga llamada loca de guigue.
La pulsera que lleva mi nombre es muy importante, y no precisamente por llevar mi nombre grabado en ella. Me fue obsequiada en un viaje especial, de aquellos que surgen de la noche a la mañana, sin ningún tipo de planificación y con el único propósito de iniciar una gran aventura.
- Hola loca de guigue, ¿Quieres acompañarme a lanzarme en parapente este fin de semana?
- Pero por supuesto que sí, me aguante.
Tres días después y desde más de dos mil quinientos metros sobre el nivel del mar, me encontraba cargada de adrenalina y dispuesta a despedir con orgullo dos grandes décadas de enseñanzas y aprendizajes.
Cada vez que me pongo la pulsera que lleva mi nombre es inevitable que vengan a mi memoria esos recuerdos de volar sin alas y sentirme acariciada por la belleza del cielo.
La llevo conmigo para recordarme que por más grande que sea una jaula siempre será demasiada pequeña para un ave. Esto lo aprendí el día que me la obsequiaron, porque fue comprada justo después de visitar un zoologico, y no entendía la existencia de una jaula tan grande para un ave tan pequeña, hasta que vi extender las enormes alas de un majestuoso cóndor al fondo.
Esa pulsera que lleva mi nombre la atesoro para no olvidar que la libertad de volar no necesariamente la alcanzamos cuando tenemos alas, sino más bien al
poder desplegarlas en la inmensidad del cielo.
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