Día 57: A una pintura

Desde muy pequeña me gustaron mucho las pinturas, pero más que pintar, me gustaba admirar su arte. Recuerdo que uno de mis cuadros favoritos eran esos que tenían muñequitos pintados con dos círculos y palitos de brazos, me gustaba mucho adornar los rayos del sol con corazones, y los arcoíris siempre me sacaban una sonrisa.

Pero la primera pintura que llamó mi atención, fue una que apareció en mi casa de un señor no muy agraciado. Estaba realizada en un lienzo con grafito, y se podía apreciar al señor de un lado de la cara.

No recuerdo bien cómo llegó a nuestra casa ni quien fue la persona que lo pintó. Pero si me acuerdo de su significado al preguntar a mi hermana.

Mi hermana a diferencia de mi, nació con el don de pintar. Ella nació artista, no de esos que estudian técnicas y desarrollan destrezas con la práctica. No, ella nació con el don para cualquier tipo de arte, incluyendo la pintura.

Al preguntarle el significado de aquel cuadro, me explicó que el autoretrato era de un pintor que se hizo famoso luego de su muerte. Su nombre era Vincent Van Gogh y en la pintura se mostraba solo un lado del rostro porque le faltaba su otra oreja.

A partir de ese momento nació mi curiosidad por conocer la historia del artista detrás de cada obra. Son historias interesantes y no muy comunes, llenas de misterios y pasiones que forman parte de la vida.

A veces expresan lo que no pueden decir con palabras a través de su arte. Muchas veces son expresiones alegres y llenas de profunda belleza y otras son una especie de escape a la locura.