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Día 8: Fuera de Cuadro Consigna: Busca una Foto y escribe lo qué pasa fuera de cuadro

  • Foto del escritor: Papyruz
    Papyruz
  • 17 ene 2021
  • 2 Min. de lectura

Hoy era un día especial, el almuerzo estaba listo más temprano de lo normal, esa dedicación por trenzar mi cabello largo y negro al punto perfecto me lo decía.

La ropa estaba impecable y muy bien planchada. Mi mamá siempre se encargaba de llevarnos a la escuela muy ordenaditos y con estilo, pero ese día era especial.


Agarre mi lonchera y nos fuimos caminando una cuadra larga, con un sol digno de admirar y recordar. Balanceando mi lonchera y dando brincos escolares, mi mamá seguía mis pasos cuidadosamente, me acomodaba la camisa y arreglaba mi trenza.


Allí estaba mi escuelita, mi templo de juego y aprendizaje. Me emocionaba llegar e intercambiar mi jugo de remolacha con mi amigo Joaquín, a ese que bien llamaban jarrota del sabor, no desperdiciaba ningún tipo de comida, y mucho menos si parecía un jugo burbujeante de uva.

Pero era un día especial. Había un escritorio adornado con uno de mis juguetes preferidos, y justo al fondo se encontraban mis primeros libros: El niño Gigante y el Niño y el Robot.


Aunque aún no sabia leer, me encantaba ver esos dibujos contando una historia e imaginarlos en el mundo real. Me gustaba mucho identificar en ellos mis primeras letras aprendidas.Mis amigos eran llamados uno a uno para colocarse detrás de ese escritorio. Luego una señora hacia muchas muecas y gestos para que saliera una hermosa

Fotografía. Era nuestra primera foto escolar.


Me llamaron la primera vez, pero estaba muy ocupada consolando a mi primera mejor amiga, Adriana. Ella estaba llorando porque aún no se acostumbraba a su rutina escolar, y esperaba a su hermana mayor en la puerta.

Yo le decía que no se preocupara, que nuestras hermanas estaban en clases y vendrían a buscarnos más tarde.


Segunda llamada. Resulta que estaba en medio de una jugada de escondite, y justo me llaman.

Me coloco detrás de ese escritorio y tomo el pincel con mi mano derecha, al eterno Pinocho lo tengo a mi izquierda, mi cabello no aguanto el trenzado y mi camisa además de desarreglada se mojó con las lágrimas de Adriana.

Y a pesar de las muecas y gestos de aquella señora para que viese la cámara, mis ojos no pueden verla, porque estoy en medio de un juego y me pueden

encontrar. Pero ese día fue especial.

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